10 de mayo de 2012

Cuarentaisiete - Como último aliento te quiero a ti.


-Vamos, solo son unos cuantos kilómetros, tu puedes – no era la primera vez que le rogaba a mi hermano que siguiera adelante, faltaba poco, ya habíamos llegado al Desierto Este, era cuestión de una hora para que Hëdlard apareciera en el horizonte. Pero Ganesh estaba muy débil, se había caído un par de veces antes, de su frente escurría sangre, pero seguía corriendo.
         -Si no llegar a tiempo, Antaris se muere, corre tú.
         -No te voy a dejar, Ganesh.
         -¡Lárgate, Aki! Si no salvas a Antaris te mataré yo mismo – lo dijo convencido, no mentía, peor su reacción me dio más risa que temor, alguien en su estado no podría ni matar un oso –.
         Apuré mi paso, tanto como puede, debía llegar a Hëdlard antes de que Katelle pudiera hacer algo en contra de Antaris.
         Corrí. Más de lo que mis pulmones me permitían, corrí.
         Ya no podía despegar la vista de la tierra, el sol lastimaba mucho y su calor en la cara era tremendo. Ninguna piel de los inmortales pude estar el sol sin sentir quemaduras de su fuego, no morimos ni nos desvanecemos, pero es demasiado molesto.
         Así seguí durante dos o tres kilómetros en línea recta, si separar la vista del suelo. Por lo no lo advertí.
         Algo se lanzó contra mí desde enfrente, pero no vi qué era. Tenía la fuerza de diez inmortales, o quizá fue la velocidad a la que iba yo, pero en cuanto ese algo me sujetó por lo hombros para frenarme, ambos salimos disparados y nos estrellamos contra el suelo, siendo mi espalda lo primero que recibió el impacto.
         Fue algo más que suerte que mis vertebras no se quebraran con el golpe.
         Lo que había caído sobre mí había sido una mujer, la más hermosa de todas, a la que más deseaba encontrar pero que jamás había imaginado ver ahí.
         -¡Antaris! – dije con alegría – Estas con vida.
         -Por desgracia.
         No me dejó decir más.
         En el centro de mi vientre se introdujo una daga fría que rompió todo a su paso. Todavía logré sentir cómo cortaba mis músculos al entrar y cómo los volvía a cortar al salir.
         -…no… - gimoteé en vano, Antaris estaba perdida y sus ojos bañados en sangre, no entendía de razones, ni  excusas, ella estaba dispuesta a darme muerte.
         Elevó la daga sobre su cabeza mientras la sujetaba con las dos manos. Inmediatamente la dejó caer con todas sus fuerzas sobre mi pecho.
         …
         Siento cómo el corazón se contrae todo hacia el centro, donde la daga empotró después de fracturarme el hueso. Es ahora cuando se detiene mí tiempo, para ella el tiempo sigue corriendo, pero para mí se ha parado.
         Solo la veo a ella, con su majestuosa melena negra hondeando junto a su cara resaltando sus ojos azules. Mi vista se vuelve confusa, solo puedo ver lo que enfoco, el resto es borros y se mueve sin parar, por lo mismo me doy cuenta de que una silueta se acerca desde las espaldas de Antaris. Es Ganesh, que al ver lo ocurrido se queda igual de inmóvil que yo.
         Mi hermosa Antaris, al darse cuenta de lo que ha hecho, abre los ojos y la boca tanto, que es necesario tapar esta última con las manos y ahogar un grito. De sus ojos surgen pesadas lágrimas de sangre que se combinan con la que sale de mi pecho. Con sus manos saca rápidamente la daga de mi pecho e intenta cubrir la herida, como si se pudiera hacer algo, como si mi piel fueran pétalos y con acariciandolos se les pudiera devolver la vida.
         Mi vista enfoca ahora a mi hermano. Se inca a mi lado, justo a un lado de mi hombro izquierdo. Acaricia mi cabello y llora con Antaris.
         Me pregunto qué sentirá ella en esos momentos. Me pregunto si llora por haberme herido a muerte, de haber sido ella la asesina,  de cargar ahora con eso en su conciencia o por la pena que siente de haberlo hecho en los ojos de Ganesh. No, no es eso, ella no sabe que Ganesh y yo volvemos amarnos como antes, ella no sabe nuestros planes de volver a Hëdlard en paz, ella no lo sabe.
         Hermano… - oigo decir en mi mente a Ganesh - … que la luz de nuestra madre Luna te acompañe por tu camino. Deseo con mi alma que encuentres un lugar entre las estrellas y descanses ahí por siempre.
         Poco me importa lo que sea de mi alma ahora, si mi cuerpo va a morir y dejar de estar cerca de Antaris lo único que quiero es hacerla sufrir lo menos posible. Entonces le digo a Ganesh:
         Por favor, no le digas a Antaris que tú y yo… - también mi mente estaba abandonando fuerzas, jamás me había sentido tan mareado y débil como ahora me siento.
         No lo haré, Aki, vete en paz. Ella creerá siempre que ha matado a un traidor, aunque en mi corazón no  lo seas. Siempre fuiste mi hermano, Aki. Y te amo…
         Ya no entiendo que más me dice Ganesh, mis ojos tampoco distinguen mucho del mundo, solo veo siluetas negras, una con ojos azules y otra con ojos verdes inundados de lágrimas.
         Cómo hubiera deseado ver por vez última el rostro de Antaris. Y ahora me arrepentía de no haberlo hecho. Pude haber contemplado sus labios, quizá haberlos besado, sentirlos por última vez en contacto con los míos. Si tan solo no la hubiera obligado a acostarse conmigo en la cabaña de Gabrielle la última vez que estuve con ella, tal vez en mis últimos minutos de vida me hubiese besado.
         Antaris coge mi mano y la sujeta con fuerza. La lleva a sus labios y entonces, solo entonces, lo poco que me queda de vida se concentra en el contacto de sus labios con mi mano. Son tan suaves, tan cálidos ahora, hermosos como ella.
         Es lo último que siento de ella, es lo último que veo de su mundo. Ahora es cuando la muerte verdadera me sobre viene. Mi cuerpo pierde peso y mi mente orientación, es en los últimos tres respiros que veo todo.
         Acercándose desde muy lejos, veo a Anna. Va vestida con un vestido blanco opaco, sencillo, como le gustaba vestir. Se aproxima con pasos lentos, toma mi cara entre sus manos y entonces me besa hasta morir.



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